Sexualidad e infancia son dos palabras que no suelen aparecer juntas muy a menudo. Sin embargo, somos seres sexuados desde el mismo momento de nuestra concepción. De hecho, al hacer la ecografía una de las primeras informaciones que queremos saber, además de que todo está bien, es si es una niña o un niño.
La sexualidad no sólo incluye nuestros genitales sino que conformará todo nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra personalidad, así como la manera en la que nos relacionaremos con los demás.
Al principio, el o la bebé explorarán su cuerpo no con una intención de deseo sexual, sino como una manera de hacerse una idea mental de quién es: dónde empieza y acaba su ser, las sensaciones y sentimientos que es capaz de experimentar: alegría, bienestar, tristeza y miedo al principio y, luego, vendrán otras como la vergüenza, el asco o la sorpresa.
Básicamente, en este primer momento lo que necesitamos los seres humanos, además de ser alimentados, es ser abrazados, besados, acariciados para sentirnos queridos y seguros. Es el apego, ese amor incondicional que debemos transmitir a nuestros bebés: te quiero tal y como eres. Ésta es la base que hay que sembrar: seguridad afectiva y buena autoestima.
También en la primera infancia se construye la identidad personal. La pregunta interna es ¿Yo quién soy, una niña o un niño? Es el entorno el que les dirá si son una niña o un niño y cómo deben comportarse en función de esa etiqueta, con mucha frecuencia y desgraciadamente totalmente estereotipada: ellas de rosa, ellos de azul. Y más importante aún, llegará un momento en que lo interioricen y sabrán lo que son, niñas o niños, aunque se disfracen de lo contrario.
¿Cómo llegan a ese conocimiento? A través de la exploración de su cuerpo y de la observación de los cuerpos de las personas que los rodean, ya sean de su mismo sexo y edad o no. Entre los 2 y 6 años las y los peques ya saben que son una niña o un niño y cómo hay que comportarse, según lo esperado socialmente, para responder adecuadamente a esas etiquetas.
Sexualidad en la primera infancia
En ese momento aparecen también las primeras ideas de lo que está bien y mal, y aquí es donde surge la duda educativa que muchas familias me consultan: ¿qué hacer si los descubrimos tocándose sus genitales?
En la infancia toca explorar el cuerpo, ya sea bañándose y jugando con el agua, tocándose la nariz, metiéndose el dedo en la boca o acariciando sus genitales. Niñas y niños lo hacen porque descubren que es agradable, les relaja, les divierte o les saca del aburrimiento pero no porque necesiten satisfacer un deseo sexual en los términos que lo entendemos los adultos. Eso aún no existe.
Tanto niñas como niños se tocan sus cuerpos y no podemos castigarlos ni recriminarlos por hacerlo. Forma parte de su curiosidad, de su deseo de autonocimiento, también porque ven a otras personas y las imitan y, por supuesto, porque es agradable. De ahí que hay que reconocer la existencia de estas prácticas en la infancia, conocer sus manifestaciones y darles una dirección: un cómo y un cuándo.
Hay que enseñarles que es una cosa privada, que sí es agradable pero que no se puede hacer delante de otras personas. Igual que no nos sacamos los mocos, eructamos, escupimos o comemos con la boca abierta, o no nos echamos pedetes adrede delante de otras personas y tenemos que ir al baño. Hay que ayudarles a distinguir lo que se puede hacer en público y en privado, con paciencia, insistencia y mucho cariño. Ayudarles a comprender poquito a poco que el cuerpo es muy importante y que hay que cuidarlo y respetarlo, y que nadie nos puede tocar contra nuestra voluntad.
Sin embargo, si lo decimos con enfado, con asco o con miedo, las niñas y niños perciben perfectamente la verdadera intención de nuestra comunicación: Eso está mal y tendrías que estar avergozada (o arrepentido) por tocarte. Qué asco me das. Entonces aprenderán a hacerlo a escondidas, como algo prohibido, sucio y que está mal pero que no pueden evitar, experimentando culpa.
Educar en una sana vivencia afectiva (con besos, caricias y abrazos) y sexual (explorando, conociendo y valorando nuestro cuerpo y lo que sentimos) es la esencia para un futuro desarrollo emocional, afectivo y social-sexual sano. Desde el cuidado, el respeto, la libertad y la igualdad entre las personas.
En gran medida amaremos en la vida adulta tal y como hemos aprendido a sentir, a amar y ser amados en la infancia. ¿Queremos que de mayores sean buenas personas y felices? Pues para ello será imprescindible educarles ahora para que gestionen bien su sexualidad.
Juani Mesa Expósito es Doctora en Psicología Evolutiva y de la Educación y Sexóloga, y co-autora del libro Enseñar a los hijos a convivir (Edt. Desclée). Puedes seguirla en su blog y en su página de Facebook.
Además, imparte a nivel nacional un programa llamado Competencia social para primaria y secundaria, dirigido al profesorado que trabajará en el aula la inteligencia emocional y la mejora de la convivencia.
Dicho con otras palabras, aprender a relacionarse y a crecer como personas desde la relación. También da charlas para padres y madres, y tiene consulta privada.
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